Los clarinetes de madera se mantienen vivos gracias a la humedad que le damos con el aliento al soplar. En verano, con más calor, menos humedad y menos tiempo de uso, puede hacer que la madera del instrumento envejezca antes de lo que querríamos, perdiendo sus cualidades.

Recuerda que el clarinete de madera es un instrumento que sigue estando vivo y cambiando con el tiempo.

El nivel de humedad para el bienestar de un clarinete debe situarse entre el 40% y el 50%.

Consejo #1 - El clarinete en el baño

Tenlo siempre desmontado en su funda si no lo tocas y guárdalo en el baño para que la humedad del WC y el lavabo eviten que la madera se seque en exceso.

Consejo #2 - Spray de agua

Si no lo vas a tocar por más de 7 días, coge un flusflus con agua y rocía el interior de la campana y el cuerpo inferior del instrumento. Después vuélvelo a guardar en su funda y esto hará que conserve la humedad. Repite este proceso las veces que sea necesario.

Consejo #3 - Humidificadores e higrómetros

Existen diversos productos humidificadores que mantienen la humedad del clarinete y que se colocan dentro de su funda, como los sobres de humedad de la marca Boveda, entre otras muchas (se recomiendan los sobres de 65% de humedad).

Con respecto a los higrómetros, es recomendable adquirir uno pequeño que podamos situar dentro de la funda del clarinete y nos diga qué porcentaje de humedad hay dentro. Existen algunos que se conectan al smartphone via app y te dan la información en tiempo real.

Consejo #4 - Acéitalo

Un clarinete cuya madera no está aceitada pierde agua más rápidamente y también la absorbe más, por lo que los cambios de hidratación de la madera serán aún más bruscos. La capa de aceite que le aplica el luthier hidrata los poros de la madera y además actúa como una barrera hidrófoba por la diferencia de densidad con el agua, evitando cambios bruscos de humedad. Puedes llevarlo al tu luthier de confianza o hacerlo tú mismo.

Si tienes cualquier otra duda, escríbeme a través del chat a tu derecha y estaré encantado de resolvértela.

Mario Méndez